viernes, 6 de noviembre de 2015

MITOS, LEYENDAS Y CUENTOS DE HACARÍ (NORTE DE SANTANDER)

MITO: "EL ÁRBOL DE LA VIDA"


“Un árbol tan alto, tan alto que su copa traspasaba las nubes y tocaba el cielo, y tan grueso, tan grueso, que cincuenta hombres no eran capaces de abrazarlo y empezaron a empujarlo y lo empujaron con tanta fuerza, que cuando el árbol cayó la tierra se estremeció y de las entrañas del árbol brotó agua y fue así como nacieron los ríos Catatumbo y de Oro, los mares y los océanos y sus aguas ahogaron a muchos hombres del color de la ceniza, los que no pudieron traspasar esas aguas para traer más odio, ambición y guerra, tuvieron que pedirle perdón al indígena barí quien fue muchas madrugadas al río Catatumbo a lavar su corazón del odio y del rencor, para poder perdonar al hombre del color de la ceniza. Por eso los indígenas nos miran sin odio y sin rencor pero si con desconfianza.”
Tradición oral: Fabio Monrroy



MITO BARÍ I

“Cuentan que inicialmente los barí (indígenas apodados motilones) habitaban otro planeta y lo desforestaron de tal modo que Dios, preocupado por sus hijos comenzó a mirar qué hacer y fue así como observando otros planetas se fijó en uno en especial ya que sus tres cuartas partes estaban formadas por agua y tenía bastante vegetación. Ordenó a todos sus hijos cortarse el cabello, que tenían bastante largo, a nivel de la oreja, y con estos cabellos tejieron una gran trenza tan larga, tan larga, que alcanzó el planeta por él visto y que habían bautizado tierra. El final de la trenza se posó encima del cerro Bobalí (Convención, Norte de Santander) y por allí envío una pareja de indígenas, que al posar sus pies sobre el cerro se quedaron perplejos de la vegetación, los animales, la riqueza de este planeta y no regresaron. El Dios envió a otros más y a los últimos los envió con la semilla del árbol de la vida, el árbol que controla el agua y el color del agua, un árbol tan grande que su copa traspasa las nubes y toca el cielo y tan grueso que cincuenta hombres  no son capaces de abrazarlo.
Cuentan que cierto día una pareja de indígenas hombre y mujer pasaron por allí y observaron que pegado al árbol caía un bejuco de cabello y decidieron trepar por el para conocer a Dios, cuando estaban por llegar a la copa, Dios se enfureció y los castigó convirtiendo al hombre en Sol y a la mujer en Luna. Es por eso que el sol del Catatumbo alumbra tan fuerte, pues es un guerrero barí furioso por haber sido separado de su mujer y el rocío son lágrimas de la Luna que llora de tristeza por haber sido separada de su esposo.”



MITO BARÍ II

“Cuentan los que saben contar historias, que en el principio los indígenas no conocían ni el dolor, ni la tristeza, ni la muerte, hasta que apareció un espíritu maligno con cuerpo de mujer y cabeza de pájaro, se apoderó de la mujer indígena y ella llena de este  espíritu del mal, tomó a su hijo y lo estranguló. Grande fue la tristeza del hombre indígena cuando vio que a sus tierras había llegado el dolor, la tristeza y la muerte. Por esto tomó a esta mujer y la abrió con su cuchillo, para sacarle el espíritu del mal y no lo encontró, porque el espíritu no es de palo ni de carne ni de hueso, pero tenía una solución purificarla con el fuego sagrado. Y fue  así como durante muchas lunas los indígenas llevaron leña a la cima de cerro Bobalí allí armaron una gran pira, encima colocaron a esta mujer y la incineraron, sus cenizas se regaron por todo el universo y nacieron el hombre del color de la ceniza, el hombre amarillo, el hombre blanco, el hombre negro.”



LEYENDA: FLECHAZOS DEL CUPIDO CRIOLLO


Un espíritu que deambula por las calles de Hacarí (Norte de Santander) es la última esperanza de solterones con ganas de dejar de serlo y dolor de cabeza para quienes allí enarbolan ese estado civil como una bandera.

Por: NESTOR A. LÓPEZ LÓPEZ
16 de enero de 2000, EL TIEMPO

Nadie lo ha visto, pero todos los hacaritenses confirman que sus flechas actúan sobre los forasteros haciendo que se enamoren y se instalen en este pueblo cuya mayor riqueza son las leyendas. La primera impresión cuando llega la gente es de aburrimiento, y después de que dan la vuelta por el parque quedan como embrujados y se amañan, relata Ramón Emilio Pérez. No es que en este lugar haya nada espectacular. Sólo la iglesia de fachada blanca y en sus bajos la cancha de baloncesto y unas gradas forradas con adobe vitrificado. La gente del pueblo le atribuye el encanto a ese cupido criollo al que llaman el indio sin cabeza, cuya leyenda se difundió de abuelos a hijos y de hijos a nietos.
Cuando alguien se casa en Hacarí dicen que le pisó la cabeza al indio. Así le ocurrió a Wilfredy Quintero, director de la Umata, que llegó de Ocaña en 1993, como docente del colegio San Miguel.-Profesor, no vaya a pasar por allí, porque lo casan...-, le decían sus alumnos al verlo voltear por la cancha.Y la sentencia se cumplió doblegando la incredulidad de Wilfredy. A los pocos meses de conocerla cruzó el altar con Bibiana, la recién llegada bacterióloga. Ella sostiene que su encantamiento fue a primera vista. Llegó el 8 de marzo del 93, el 19 le dio su primer beso, el 11 de julio se casaron y ya tienen un hijo de 2 años. En el pueblo dicen que fue Cupido con su flecha quien hizo blanco en la pareja. También a la profesora Mary Guerrero la leyenda se le volvió realidad.

Mi esposo era forastero y le decían eso. Luego se fue y tuvo que volver para casarse conmigo, relata la mujer de 50 años con la que don Julio Abraham Contreras vivió 40 años, hasta que la muerte los separó. Muchas otras historias, como la del empleado de la Unidad Municipal de Asistencia Técnica y Agropecuaria (Umata), Fernando Alarcón, y su esposa Sonia Pérez la hija de don Luis tienen rasgos iguales, y sin embargo, nadie sabe a ciencia cierta dónde está la bendita cabeza. Unos dicen que está en todo el centro del parque principal; otros, que en la cancha de baloncesto, y algunos, que en la mismísima puerta de la iglesia. Y como no se sabe qué parte de la leyenda es verdad y qué es producto de la imaginería, Andrea Pérez, la joven y bella odontóloga que tiene soñando a más de uno con sus ojos azules y su sonrisa blanquecina, no baja la guardia. Aunque ella lo niegue, varias personas la han visto caminar con cautela cuando va por el parque para no tropezar con la cabeza del indio porque, por el momento, sus sueños andan lejos.

Historias mil Hacarí es un municipio aferrado a las últimas cumbres de la cordillera Oriental; de callejuelas estrechas, curvilíneas y empinadas, donde el viento susurra en las noches entre el silencio y la quietud. Las fachadas son una repetición de paredes blancas, zócalos rojos y puertas verdes, en virtud de un decreto que hace 3 años ordenó la uniformidad. Su pasado está adornado de leyendas, como la del indio sin cabeza, las cuevas encantadas de Mesa Rica y la del clérigo ermitaño. Sobre las catacumbas encantadas se cree que atraviesan por kilómetros la cadena montañosa desde la vereda Locutama hasta Mesa Rica y están llenas de oro, aunque nadie ha podido cruzarlas porque los pulmones se sienten explotar, las lámparas se apagan y los ojos se deslumbran con el espejismo de muchas entradas a laberintos interminables.

Como si esto fuera poco, cuentan que un clérigo español de la comunidad de San Agustín murió como ermitaño en una cueva de roca hecha en las montañas, y que cuando alguien intenta entrar se alborotan las avispas. El encanto de los Bari La leyenda del indio se remonta al siglo XVIII, cuando los primeros blancos desterraron a los indios Bari o Motilones que habitaban estas tierras montañosas. En su resistencia, los aborígenes incursionaron en el asentamiento de los invasores y cruzaron con sus ponzoñas a nueve de ellos. Pero, en retaliación, los conquistadores fueron a sus campamentos, degollaron a varios hombres y exhibieron en la plaza la cabeza del cacique como trofeo. Luego enterraron la testa del anciano en un lugar que se desconoce. En ese momento los motilones hicieron el conjuro de su cacique casamentero y encantaron los caminos que conducían a sus viejos dominios para que los invasores no usufructuaran sus tesoros. Entonces ellos (los indios) encantaron la vereda Mesa Rica y se fueron para Agua Blanca y de allí para el Catatumbo, hasta que se desterraron para las montañas, relata Eduviges Guerrero Jaime, que ronda por los 69 años.



LEYENDA: ASÍ ES LA MESA-RICA

"Frontero a La Palma (hoy Hacarí) y Aspasica, mirando para el Oriente, se levanta sobre cuanto lo rodea una gran mole terminada en plano a 2.986 metros, cortada verticalmente a su espalda por el profundo cauce del Tarra; es la Mesarrica, que mide tres leguas de largo y una y medio de ancho, sustentada por estratos poderosos de arenisca, desierta hoy pero en otro tiempo mansión de indios reunidos en un pueblo agricultor que la opresión de los blancos destruyó, dispersando sus moradores, a quienes fatigaron con incursiones en busca de una soñada mina de oro.

Los matorrales han invadido el espacio antiguamente ocupado por sementeras y un grueso chorro de agua que se precipita majestuoso desde lo alto, parece reunir en su ruido las airadas voces de los indios desposeídos; tal es el ímpetu de su caída batiendo los árboles y las rocas, perdiendo en las breñas su caudal que antes utilizaba el indígena laborioso. No les dejaron los invasores ni aquel refugio: Persiguiéndolos de asiento en asiento, los han compelido a buscar asilo en las distantes soledades que riega la quebrada Orú, entre dos serranías llenas de asperezas, reducidos al número de veinte familias, quitándoles hasta su nombre nacional, pues les dan el apodo de patajamenos.

Los míseros indios solían venir a las estancias de los blancos a ofrecer su trabajo en cambio de herramientas y habiendo llegado una vez a la casa de los llamados FIórez, vecinos de Aguablanca, los recibieron de paz, les hicieron creer que les darían herramientas y viuditas -mujeres- y los convidaron a comer en la cocina. Confiados los indios, creyéndose bajo el seguro de la hospitalidad, sagrada para ellos, dejaron las armas y fueron a sentarse alrededor del fogón. Inmediatamente les cayeron sus pérfidos convidadores y a machetazos los ahuyentaron sangrientos y despavoridos. Un indio quedó postrado y juzgándolo muerto lo arrojaron por la barranca de la quebrada como a vil animal. A la mañana siguiente dos de los agresores entraron a la cocina y hallaron al indio acurrucado en el hogar, calentándose las heridas. "No mata, hermano", exclamó el infeliz arrodillándose... y lo hicieron pedazos. Un hombre viejo y de severo aspecto me refirió en La Palma esta infame tragedia como recientemente sucedida y le temblaban los labios al referirla".

El autor de este relato, don Manuel Ancízar, pasó por Mesa Rica en 1850. Antes y después de esta fecha la imaginación ha hecho lo suyo.

En La Mesa, según la leyenda, durante los días santos, se ve a tres indios viejos y corpulentos fumando apetitosas bombas. Con un poco de suerte, la visión puede alcanzar la ciudad encantada de los karates, con los paisajes exóticos y la actividad rumorosa de un pueblo pujante y rico. La imaginación llega hasta los bohíos y se mueve entre el deseo y la fantasía sobre tesoros fabulosos. La escena se presenta durante varias horas y desaparece súbitamente en el horizonte.

Otras leyendas se refieren a encarnizadas guerras indias puestas en los mismos escenarios para deleite de los amigos de la ficción. Cerro Negro, vereda ubicada entre Aspasica y La Vega de San Antonio, es como la frontera de esa meta alucinante. Pero se necesita una especie de pasaporte de los grupos insurgentes que dominan la región para franquear el tortuoso camino que conduce hasta la meseta. De manera que la dificultad consiste en superar a Cerro Negro. Personas de reconocida seriedad han logrado, a pesar de todo, llegar hasta La Mesa. Y sostienen que aún existe la piedra que contiene las huellas de un pie de niño y un casco de bovino; pero se han mostrado preocupadas por los intentos de visitantes sin escrúpulos que han pretendido romper la roca para llevarse la astilla con las huellas.

En épocas recientes, menos duras, los estudiantes instalaron sus campamentos sobre la meseta, frente a las profundas cavernas, decoradas con estalactitas y estalagmitas rutilantes, y volvieron a sus colegios con muestras preciosas del extraordinario fenómeno natural. En la década del cincuenta, mi padre, don Luis Jesús Pérez Amaya, en su condición de alcalde municipal de Hacarí, debió improvisar una comisión oficial para efectuar el reconocimiento de unos cadáveres encontrados accidentalmente por campesinos que buscaban una cabras extraviadas.

Evidentemente, en el desfiladero estaban los restos humanos. Pero no se trataba de cadáveres de personas muertas recientemente; eran indios momificados y acomodados en urnas de piedra. En aquella ocasión el alcalde escribió al diario El Espectador, en donde publicaron lo ocurrido, pero el asunto se olvidó rápidamente y nadie volvió a mencionar la tumba india. Dice don Luis Jesús que los cadáveres y las urnas fueron dejados en el estado en que se encontraron y nunca volvió a tener noticias sobre ellos.

Don Pedro María Fuentes, en la monografía del municipio de Hacarí, cuenta que existe un camino subterráneo que cruza La Mesa desde un extremo a otro, "teniendo como punto de partida la fracción de Locutama y terminando atrás de la peña del Corregimiento de El Cincho, donde hay una cueva con esqueletos que se cree son de indios". Y agrega que "la cueva denominada Catacumbas, está formada por una serie de pasadizos, enlazados entre sí y que encadenan siete salones debidamente separados y tallados en las profundidades del terreno". El señor Fuentes acude más adelante a la obra de don Justiniano J. Páez, "Noticias Históricas de la Ciudad y Provincia de Ocaña", para recordar que en una caverna de éstas pasó sus últimos días Fray Juan León Vila, fundador de La Palma. Por este acontecimiento el lugar fue bautizado con el nombre de "La Cueva del Ermitaño".

Agrega el señor Fuentes que el cadáver del sacerdote, a petición suya, fue dejado en la caverna; y sobre sus restos se tejieron leyendas, como aquella que señala que "del esquelético pecho del ermitaño nació un helecho eternamente fresco y verde, cuyas ramas para la gente del campo, tenían propiedades y virtudes milagrosas". No obstante la mano del hombre, todavía pueden verse aves exóticas y toda clase de animales silvestres. La vegetación es exuberante, sobre todo alrededor de los tres hoyos que coronan la meseta, según dicen los exploradores. De estos accidentes topográficos han surgido leyendas sobre profundidades infinitas y fabulosos tesoros guardados en el fondo. Probablemente se trata de cráteres de volcanes inactivos.


CUENTOS DE ESPANTO Y MIEDO

CUENTO: LA DAMA DEL PUENTE


Una chica muy bella que se aparecía en el puente, antes de los dos cementerios que hay hoy en la población y, que pedía el aventón y, después de que se montaba en el carro, se convertía en un esqueleto.

 CUENTO :EL DIABLO DEL KING KONG

 Que se aparecía en el “desnucadero” de ese nombre, que quedaba cerca de “Tarapacá” (por ahí en la avenida 13 con calle 16), como un parroquiano grandulón, negro, rigurosamente vestido también de negro, bigotón, luciendo sombrero alón, sacando chispas con sus botas, deslumbrando y agraciando a las chicas con monedas y objetos de oro que sacaba de la nada  y  luego desaparecían de la cartera de ellas, e invitando a los caballeros a unirse a su mesa.
(“Desnucadero” es el genérico cucuteño para “motel” o burdel. Parece que la versión original de este cuento data de los años 20 del siglo XX en el sitio donde actualmente está el convento de las monjas clarisas, que era originalmente el bar King Kong y que, según la leyenda, hubo de edificarse el convento para quitar la maldición y correr al diablo. Pero después “reapareció” en el Nuevo King Kong.)

 
CUENTO: LA MONJA CLARISA


Una agraciada dama que se aparecía en las noches oscuras por la Columna de Padilla, caminado con un bebé en los brazos. Era la llorona criolla que había sido obligada a entrar al convento de las clarisas, que queda por esos lados, porque “se comió el avío antes del recreo” con su novio.
Y claro, con todos esos cuentos de espanto y miedo, el fervor por lo desconocido era un culto y estos cuentos estuvieron de boca en boca, como los cuentos de caballería en tiempos de Cervantes, y por supuesto que, para ponerle más suspenso a la proyección de la película, ésta fue presentada a media noche.







1 comentario: